El mantra de la inmadurez
es: “Aquél que muere con la mayoría de los juguetes, ¿gana?” Cuando cambiamos
hacia: “Quiero saber más sobre quién y qué realmente soy; quiero expresar mi
verdadera naturaleza del amor, la alegría, la creatividad, la abundancia, la
compasión y la generosidad; y este mismo bien, que deseo para mí, también lo
deseo para todo el mundo”, entonces abrazamos la ley personal de la vida. Nos alineamos con las leyes que gobiernan el
Universo y comenzamos a crecer y a dejarnos ver.
Cuando dejamos de exigirles
a otros que nos hagan felices, cuando dejamos de creer que el mundo exterior y
los logros externos determinan nuestra valía y soltamos la noción que el mundo
nos debe algo, entonces estamos en el camino de la madurez espiritual. Salimos de las fantasías de la niñez de que
hay “Algo Grande” fuera de nosotros, manipulando el ambiente y manejando los
asuntos del universo mediante un sistema de recompensas y castigos. Nos damos cuenta de que, nosotros, somos
responsables de nuestra propia vida. Ser un adulto espiritual es una forma
liberadora de vivir.
Michel Beckwith
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